domingo, 19 de abril de 2009

La insostenible levedad












Eso. De lo insostenible. De como lo pesado siempre acaba buscando lo ligero. Kundera y Chillida. En busqueda de algo inefable me levanté hasta un rincón de Barcelona donde, tras el juego de los niños y los paseos de los viejos, se esconde esta escultura. Como otro homenaje al horizonte, al que no te puedes acercar, este hormigón sobresale de su cotidiana utilidad para levitar, suspendido sobre el agua entre las ramas.

Así que el peso, como muchas otras cosas, resulta relativo. Dialogando con Bergsón en la memoría, pensando en el espacio donde sólo es el límite el significante, me devuelvo a la casa, a la vida sencilla, al placer de mis gestos. Gestos: los que viven tras mi, los que continuamente se reafirman sugeriendo lo demás. Y me permito hasta copiar, y ponerme de rodillas delante de la belleza. Como la de esto que sigue:



Lo demás

¿De qué se trata en realidad, esta necesidad de compararlo todo, de hacer que cada cosa
se parezca a otra cosa, de abrirse paso a fuerza de metáforas hacia un tipo de calma
que no sea parecida a un andamio construido alrededor el aire, sino concretamente eso?
Me senté en una iglesia en Masaya, Nicaragua, mientras caía la tarde,
elegí el banco por la forma en que la luz bañaba el suelo, filtrándose a través de los vitrales con reflejos rojos.
Pensaba, al observarla, que esa luz se parecía un poco a una mancha de sangre
que se fuera extendiendo sobre algo blando y luego se la dejara al sol; quizá se pareciera más
al agua de sandía derramada sobre sábanas blancas. Pero al final,
honestamente, se parecía más a una luz roja reflejada en el suelo de una glesia en Masaya, Nicaragua,
mientras caía la tarde. Y te pido perdón por apartar esa luz de sí misma,
por anunciarte que esta noche la luna es más delgada que una moneda sumergida en agua,
por decirte que cuando te reís te parecés a un fósforo al momento de encenderse.
Yo viviría, si pudiera, de un fogonazo cegador a otro,
si eso no comprendiera alguna forma de desesperación, un debilitamiento
de la fe, si es que puedo tomar prestada esa metáfora; un desarmarnos a nosotros mismos como un rompecabezas,
junto con cada vínculo que establecemos y pedimos; la plenitud, sin duda,
es algo secundario y más penoso. Puesto que cada vez que respiramos
es en verdad igual a la vez anterior; caso contrario, tengo que creer,
que eso que se transmite, se comparte, o al menos se recuerda, es hacia dónde va esa respiración,
por qué sucede, por qué la necesito; es todo, todo lo demás.

(Robin Myers
versión de zaidenwerg)


Recuerdo. Y me adelanto. Tengo sabanas negras donde confundir ese cabello. Gracias para hacerme ligera la vida. Lo que es pesado, lo que es ligero. Lo viejo, lo nuevo. Para las morenas, para las que saben reír. Que me recuerdan que participo de esa cosa enorme que es la vida. Más allá, mi ser vivo, y eso es todo, todo lo demás.

2 comentarios:

GLORIA ZÚÑIGA dijo...

Maginífico,querido amigo.Hoy no traigo la "escopeta cargada" porque me has dejado escandilada con este bonito artículo.Enhorabuena;es difícil que yo no tenga una crítica y lo has conseguido.Sólo una peqeña cosita (ya sabes cómo soy):"homenaje" se escribe con "H".

Chapó.

il vento dijo...

Gracias, se me escapan las faltas a veces... también con palabras que conozco, es por el palo que ma da estar escribiendo todo el rato con el diccionario en la mano... pero es cierto, sólo así voy a perfeccionar mi español hasta el nivel que quiero.
Buena parte de la culpa la tienen los correctores automáticos, que no nos permiten reflexionar sobre los errores más frecuentes...