martes, 24 de febrero de 2009

Un pequeño cuento

Ella estaba allí, junto a él, en su semplicidad animal. No aceptaba su parte racional, su ser al mismo tiempo impulsivo y extremadamente convencido de su moral. Sin embargo le amaba, así por lo menos sentía, deseaba su abrazo más que otra cosa. Si le hubiesen dicho que esta era la última aventura a su lado, muy probablemente silencio y lagrimas, nada más, silencio. Lagrimas.

Él escuchaba el océano, sin poder dormir, sin poder pensar. Sólo respirava en el cabello de ella, en la piel de ese color indecifrable.

"Te amo niño"

"No lo digas, por favor. Sabes que no lo puedo creer."

"Pero es así. Yo tampoco puedo evitar expresar mis sensaciones."

"Amar es ponerse como rehen al futuro. Es donarse al tiempo. Pero es algo que no se debe decir."

Quedaron en silencio ahora, siempre mirando al mar. Después de la ola los sacos para dormir desaparecieron y sin que un momento dejara su mano, él supe de repente que la iba a perder allí. Gritando y luchando, se tiró al agua pero esa mano ya no estrechaba, no respondía, no era más que un día muerto tras el negro del infinito.

Nunca encontraron el cuerpo. Con el paso de los años, llegó a pensar de haberla sólo imaginada. Pero no era así. Su nombre olvidado quemaba como nunca. Y las palabras, esas no escuchadas, reflejaban una canción infinita, una condición inaceptable, el desafío de seguir viviendo.

Despertó una mañana. Ya el sol no estaba, la humanidad se había por fin cargado el pequeño trozo de tierra al que el se agarraba. Por fin iba a verle, pensó. No hubo tiempo para más. Quizás el mismo tiempo ya esaba muerto entonces.

En otro espacio, en un lugar llamado memoria, dos amigos reían, y reían. No existía otra cosa que el sonido de esas risas. Sólo al fondo, escuchando profundamente, el ruido de una ola.

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